lunes, 17 de diciembre de 2012

SIMULACIONES EN LA POLITICA CIENTIFICA




EL PLACTED

En octubre de 2010 se creo en el ámbito del Mincyt, el “Programa de Estudios sobre el Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo” (PLACTED) con el pomposo objetivo de promover la difusión, debate y producción de conocimientos sobre el Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo, en referencia a la corriente de fines de los años sesenta y la década del setenta que agrupo a un conjunto de científicos y tecnólogos que “coincidían en el cuestionamiento a la neutralidad y a la universalidad del desarrollo científico y tecnológico”. Postulando “la necesidad de desarrollar una ciencia y una tecnología a escala nacional vinculadas con los problemas productivos y sociales locales, y de adquirir autonomía de las desarrolladas en los países centrales”

Los objetivos del PLACTED proponen “recuperar, promover y difundir la producción académica del Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo en nuestro país y la región. Analizar los desafíos actuales del sector CTI a la luz del Pensamiento Latinoamericano como insumo estratégico para la definición de políticas públicas que promuevan la autonomía científica, tecnológica e innovativa. Promover la vinculación entre las actividades científicas, tecnológicas e innovativas con las demandas productivas y sociales locales.

PORQUE SE CREA EL PLACTED.

La política de concentración de recursos y la concepción de generar conocimiento destinado a ser tratado como mercadería transferible al sector privado, acompañada de la paulatina privatización de los centros del aparato científico universitario y no universitario requirió crear un lugar desde donde se propusiera una explicación legitimadora de la política del Mincyt partiendo de las líneas del pensamiento latinoamericano que Varsavsky y Rolando García sostuvieron. Es justo decir que acompañan de distinta manera en esta empresa oficial, de recupero del ideario del 70, Universidades como la de Quilmes y Lanus. 

Pero lo cierto es que el pensamiento latinoamericano de los 60 y 70, en plena efervescencia revolucionaria, estaba precisamente intentado superar la discusión de la etapa desarrollista  jaqueando al cientificismo.
Imaginaba un modelo de ciencia que no miraba al mercado sino al pueblo y su relación con la producción del conocimiento. Había una crítica incipiente a lo que llamamos modernidad cuando proponía una ciencia emancipada y fundamentalmente, democéntrica opuesta a las de la política que hoy desarrolla el Mincyt de cuño mercadocentrico.

PASADO Y PRESENTE

Oscar Varsavsky, uno de los referentes de aquel pensamiento, decía: “la posibilidad de que el simple desarrollo científico y tecnológico a la manera del hemisferio norte, facilitara el cambio, a la larga era muy atractiva frente a la escasez de alternativas” ([1]) se esbozaba aquí una explícita crítica al modelo de desarrollo subordinado que ya era ineludible en aquellos años y que no pintaba tener la intención de revisar las bases del paradigma de sentido que exploraba Varsavsky.
A tal punto que en Varsavsky en 1972, distinguía dos estilos culturalmente dependientes en ciencia, el desarrollista y el neocolonial creados a imagen de la ciencia del hemisferio norte. Ciencia universal, única, neutra, libre, con el objetivo de buscar la certeza. Mientras el desarrollismo veía en la ciencia el instrumento para lograr sus objetivos, para el neocolonialismo, la ciencia, era un artículo suntuario destinado a sus elites. Y sostenía que la ciencia es un instrumento indispensable pero además un fin en sí misma ya que es la manera de satisfacer la necesidad vital de comprender el mundo ([2])
Estaba convencido que la crítica al cientificismo -todavía no reciclado en el neodesarrollismo como hoy- debía ser acompañada por una transformación de instrumentos, estrategias, rupturas epistémicas que pusieran al trabajador científico en el lugar de transformación social. No el de proveedor de conocimientos para la industria privada. Su crítica era a la neutralidad y universalidad de la ciencia y a mercantilizar el conocimiento y no incluía privatizar sus objetivos primero y luego sus instituciones. Advertía así que el desarrollismo era incompatible con los objetivos de la liberación nacional porque producía dependencia encandilado por el fetiche del consumo y la tecnología de punta.
Por eso Varsavsky señala que “la ciencia no crea todos los instrumentos” para que el científico pueda explorar la realidad con objetividad, “sino solo aquellos que el sistema le estimula a crear”. Varsavsky intuía que los fuertes intereses internacionales en juego, desplegarían las formas de conocimiento tecnológico necesario y más apto para suplir sus demandas y no necesariamente las requeridas para la transformación de la sociedad lejos de la idea del Mincyt que cree que desafiar la universalidad, neutralidad y certeza de la ciencia es aplicar la lógica de las transnacionales y sus sucursales locales.

CIENCIA, CIENTIFICISMO Y CORPORACIONES

Todavía más explícitamente dice al respecto que: “la ciencia deja de ser una aventura creativa para transformarse en una inversión rentable que figura en la cuenta de capital de las empresas con su etiqueta masificadora y se hace con empleados, con subsidios a universidades o con institutos y universidades propias”.
Desde aquella percepción, hemos “mejorado”. Tal como plantea el discurso oficial, hoy parece virtuoso alquilar universidades y/o institutos pagados por la sociedad toda para que provean sobre pedido el conocimiento que incremente oportunidades de negocios para las empresas. Esta mercantilización del conocimiento es el corazón de la política promovida desde el gobierno. Insinuada en los liberales 90. Se perfecciona en los últimos años y es donde mejor se ve la pátina neoliberal aggiornada con un discurso neodesarrollista de cara a satisfacer el mercado global. Aunque esto implique hipotecar lo que queda del sistema científico argentino.
Esta lógica trae y atrae la colonización de grandes organizaciones o fundaciones. Así como en los 60 veíamos a la Ford, Rockefeller, Carnegie, NSF, NIH, BID, AID, que subsidiaban directa o indirectamente a investigadores, hoy son Harvard, Max Planck, entre otras, que ligadas a intereses y demandas centrales desembarcan físicamente para direccionar el desarrollo de sentido y programas de nuestra colonia científica.
Nadie en su sano juicio pensará que esas organizaciones son organizaciones de ayuda humanitaria. Son instrumentos de control de la matriz colonial del poder en la que estamos inmersos. El aparato científico esta desintegrado y es dependiente al punto que un 70 % se financia todavía con deuda externa. Mas allá de la o las Tecnópolis que quieran inventar, qué autonomía puede esperarse cuando la demanda la conducen las gigantes empresas transnacionales y sus testaferros locales?
Varsavsky y otros plantearon todo lo contrario. Ellos creían en una ciencia creativa, crítica, que diera lugar a la ruptura de marcos epistémicos que estuviera al servicio del camino emancipatorio de los pueblos, no el de las empresas.
El cientificismo, fue fuertemente criticado en los 60 y 70. Sin embargo hoy el cientificismo mientras se desentiende convenientemente de la “verdad” es absolutamente necesario para que la tecnociencia sostenga la ilusión de la “certeza” y la “neutralidad” del conocimiento técnico, como sucede con el discurso oficial elaborado alrededor de la virtud indiscutible de las biotecnologías entre otras. Desde alli aborta el pensamiento crítico y la revisión permanente de la dirección y conveniencia del desarrollo científico y rol político del conocimiento y desarrollo disciplinar. Mientras por otro lado adopta la posición dominante internacional del poder político y económico que sostiene el desarrollo neocapitalista. De manera que al cerrar en que la tecnociencia es neutral, -ahora se llama sustentable- contradice el punto central de la posición de Varsavsky.
En la real politik del Mincyt, el maquillaje que proponen los funcionarios del PLACTED, ha resultado insuficiente. Lo denuncia el diseño del desarrollo disciplinar y las estrategias ajustadas a la demanda de las corporaciones, la concepción empresarial de la gestión durante la producción de conocimiento, la internacionalización y globalización de la ciencia, , ambas anticipadas por Varsavsky, la adopción en las instituciones científicas públicas de la lógica propia de sociedades anónimas y la apropiación por patentamiento de la naturaleza, y el desembarco de instituciones científicas y los convenios con universidades extranjeras en función de modelos y necesidades foráneas que vienen atraídas por las ventajas que generan los agujeros normativos y regulatorios. El propósito del Mincyt aparece sin filtros en distintas expresiones del Ministro del área:
“Creo que estamos ante un cambio muy importante porque prácticamente todos los días hay una cita –hablando- de un investigador del Conicet en algún medio hablando sobre economía, política y un largo etcétera”.
“Yo creo que tenemos dos alternativas, o nos incorporamos dignamente en esta economía globalizada o pasamos a ser una especie de reserva ecológica de la Costanera Sur del continente latinoamericano”.
“Hoy un chico que estudia ingeniería, química, biología tiene no solo la posibilidad de ser empleado sino también de tener su propia empresa”.
“pero si vos a un adolescente le decis que a los 25 años puede tener empresa auto casa, creo que es un estimulo mas adecuado”.

BLOQUEO DE LA CRÍTICA DECOLONIAL

La invisibilización que aplica el PLACTED apela al reclutamiento de “expertos” que den conferencias confinando la palabra autorizada a los saberes disciplinares específicos que reafirmen el discurso oficial e impidiendo la libre circulación de miradas de todos aquellos críticos u objetores que exploran las complejidades del desarrollo, sus emergentes y consecuencias. Esto de arrinconar en los saberes específicos los instrumentos de análisis y comprensión, es también un viejo truco del reduccionismo cientificista tendiente a preservar una vez más la “certeza” y la “neutralidad” del conocimiento científico.
El PLACTED no es un lugar de debate ni una plataforma emancipadora y heredera de ideales de los 60-70 sino que confirma que la política de ciencia y tecnología actual, no responde a la historia de las ideas que circularon en aquellos décadas. Necesita legitimarse tomando prestadas ideas y gestas que probablemente ni siquiera son comprendidas por los tecnócratas que lo dirigen. 
Sí es una usina de “adoctrinamiento y cooptación” de individuos y grupos medianamente críticos. Recurriendo a un relato que apela a la palabra indiscutida de Varsavsky, el Mincyt avanza en la decisión política de acomodar el conocimiento a la necesidad del sector privado y la oportunidad de negocios. Ese maquillaje que asocia las ideas de Varsavsky con la política científica actual se desvanece cuando escribe:
"La ciencia actual, en resumen, está adaptada a las necesidades de un sistema social cuyo factor dinámico es la producción industrial masificada, diversificada, de rápida obsolescencia; cuyo principal problema es vender –crear consumidores, ampliar mercados, crear nuevas necesidades o como quiera decirse- y cuya institución típica es el gran consorcio, modelo de organización y filosofía para las fuerzas armadas, el gobierno y las universidades.(...) Esto se refleja, hemos visto, en la ciencia actual de todo el mundo: en los países desarrollados por adaptación, y en los demás por seguidismo, por colonialismo científico. El que aspire a una sociedad diferente no tendrá inconvenientes en imaginar una manera de hacer ciencia muy distinta de la actual. Más aún, no tendrá más remedio que desarrollar una ciencia diferente".

La idea opuesta a esta idea aparece en un reportaje en el Diplo de Junio 2011, donde el ministro Barañao insistía en su concepción empresarial globalizante: 
“queremos vender ciencia como se les ha vendido cerveza a los jóvenes. Sabemos que la ciencia sin Hollywood no va a ningún lado. A la ciencia argentina le hace falta marketing”.
“Sabemos que la ciencia sin Hollywood no va a ningún lado. Si no hay un cambio de los arquetipos que se transmiten no hay financiamiento ni planificación que vaya a funcionar. Lamentablemente, sigue perdurando la idea del científico como el viejito loco. A la ciencia argentina le hace falta marketing”

“Nuestra lógica no es “¿qué es importante saber?” sino “¿qué conocimiento necesito yo para obtener un determinado resultado?”.

Es necesario insistir en que Varsavsky no celebra el modelo tecnocientífico masificado y hoy globalizado que usa la tecnología como elemento de dominación y saqueo extractivista. Lo que sugiere es que nuestros países necesitaran, si quieren tener sociedades diferentes (mas justas, mas soberanas, mas libres y comprometidas con el sentido de la ciencia), desarrollar, inventar, descubrir formas y sentidos de ciencia que dirija su mirada a la sociedad no a las demandas de apropiación y control de los conjuntos corporativos que determina el mercado global y su inserción en el.
El neodesarrollismo extractivista de nuestro país, no apuesta a la liberación del pueblo ni siquiera piensa en el control social en la política de ciencia y técnica ideal de los 70. Apuesta a una decisión surperestructural – el Estado- como instrumento que permite participar de la globalización más allá de buscar y promover aquello que sería necesario para el bienestar popular.  
Apuesta a seguir las líneas del hegemon liberal por miedo a desembarcarse de la globalización mientras atempera los efectos neoliberales con políticas de descompresión. Reduciendo a la ciencia a una idea salvacionista con su infinita capacidad remediativa. Pero el episteme de lo neocolonial está allí instalado desde hace mucho, incólume y mas pleno que nunca. Como dice Colin Crouch, el neoliberalismo que nutre lo colonial, ya no se consagra exclusivamente al libre mercado, sino que esta más bien dedicado al dominio de la vida pública por parte de las grandes corporaciones transnacionales. Estas compran territorio y regímenes, mientras los gobiernos residuales tercerizan actividades que le son propias a empresas privadas involucrándolas en el diseño de las políticas públicas. 


[1] Ciencia política y cientificismo. Centro Editor de America Latina, 1969. (Todas la citas del texto, excepto las indicadas, pertenecen a este libro)
[2] Hacia una política científica nacional. Ed. Periferia, 1972.