EL PLACTED
En octubre de 2010 se creo en el ámbito del
Mincyt, el “Programa de Estudios sobre el Pensamiento Latinoamericano en
Ciencia, Tecnología y Desarrollo” (PLACTED) con el pomposo objetivo de promover
la difusión, debate y producción de conocimientos sobre el Pensamiento
Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo, en referencia a la
corriente de fines de los años sesenta y la década del setenta que agrupo a un
conjunto de científicos y tecnólogos que “coincidían en el cuestionamiento a la
neutralidad y a la universalidad del desarrollo científico y tecnológico”.
Postulando “la necesidad de desarrollar una ciencia y una tecnología a escala
nacional vinculadas con los problemas productivos y sociales locales, y de adquirir
autonomía de las desarrolladas en los países centrales”
Los objetivos del PLACTED proponen “recuperar, promover y difundir la producción académica del
Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo en nuestro país
y la región. Analizar los desafíos actuales del sector CTI a la luz del
Pensamiento Latinoamericano como insumo estratégico para la definición de
políticas públicas que promuevan la autonomía científica, tecnológica e
innovativa. Promover la vinculación entre las actividades científicas,
tecnológicas e innovativas con las demandas productivas y sociales locales.
PORQUE SE CREA EL PLACTED.
La política de concentración de recursos
y la concepción de generar conocimiento destinado a ser tratado como mercadería
transferible al sector privado, acompañada de la paulatina privatización de los
centros del aparato científico universitario y no universitario requirió crear
un lugar desde donde se propusiera una explicación legitimadora de la política
del Mincyt partiendo de las líneas del pensamiento latinoamericano que
Varsavsky y Rolando García sostuvieron. Es justo decir que acompañan de
distinta manera en esta empresa oficial, de recupero del ideario del 70,
Universidades como la de Quilmes y Lanus.
Pero lo cierto es
que el pensamiento latinoamericano de los 60 y 70, en plena efervescencia
revolucionaria, estaba precisamente intentado superar la discusión de la etapa
desarrollista jaqueando al
cientificismo.
Imaginaba un
modelo de ciencia que no miraba al mercado sino al pueblo y su relación con la
producción del conocimiento. Había una crítica incipiente a lo que llamamos
modernidad cuando proponía una ciencia emancipada y fundamentalmente,
democéntrica opuesta a las de la política que hoy desarrolla el Mincyt
de cuño mercadocentrico.
PASADO Y PRESENTE
Oscar Varsavsky,
uno de los referentes de aquel pensamiento, decía: “la posibilidad de que el simple desarrollo científico y tecnológico a
la manera del hemisferio norte, facilitara el cambio, a la larga era muy
atractiva frente a la escasez de alternativas” ([1])
se esbozaba aquí una explícita crítica al modelo de desarrollo subordinado que
ya era ineludible en aquellos años y que no pintaba tener la intención de
revisar las bases del paradigma de sentido que exploraba Varsavsky.
A tal punto que
en Varsavsky en 1972, distinguía dos estilos culturalmente dependientes en
ciencia, el desarrollista y el neocolonial creados a imagen de la
ciencia del hemisferio norte. Ciencia universal, única, neutra, libre, con el
objetivo de buscar la certeza. Mientras el desarrollismo veía en la ciencia el
instrumento para lograr sus objetivos, para el neocolonialismo, la ciencia, era
un artículo suntuario destinado a sus elites. Y sostenía que la ciencia es un
instrumento indispensable pero además un fin en sí misma ya que es la manera de
satisfacer la necesidad vital de comprender el mundo ([2])
Estaba convencido
que la crítica al cientificismo -todavía no reciclado en el neodesarrollismo
como hoy- debía ser acompañada por una transformación de instrumentos,
estrategias, rupturas epistémicas que pusieran al trabajador científico en el
lugar de transformación social. No el de proveedor de conocimientos para la
industria privada. Su crítica era a la neutralidad y universalidad de la
ciencia y a mercantilizar el conocimiento y no incluía privatizar sus objetivos
primero y luego sus instituciones. Advertía así que el desarrollismo era
incompatible con los objetivos de la liberación nacional porque producía
dependencia encandilado por el fetiche del consumo y la tecnología de punta.
Por eso Varsavsky
señala que “la ciencia no crea todos los
instrumentos” para que el científico pueda explorar la realidad con
objetividad, “sino solo aquellos que el
sistema le estimula a crear”. Varsavsky intuía que los fuertes intereses
internacionales en juego, desplegarían las formas de conocimiento tecnológico
necesario y más apto para suplir sus demandas y no necesariamente las
requeridas para la transformación de la sociedad lejos de la idea del Mincyt
que cree que desafiar la universalidad, neutralidad y certeza de la ciencia es
aplicar la lógica de las transnacionales y sus sucursales locales.
CIENCIA,
CIENTIFICISMO Y CORPORACIONES
Todavía más
explícitamente dice al respecto que: “la
ciencia deja de ser una aventura creativa para transformarse en una inversión
rentable que figura en la cuenta de capital de las empresas con su etiqueta
masificadora y se hace con empleados, con subsidios a universidades o con
institutos y universidades propias”.
Desde aquella
percepción, hemos “mejorado”. Tal como plantea el discurso oficial, hoy parece
virtuoso alquilar universidades y/o institutos pagados por la sociedad toda
para que provean sobre pedido el conocimiento que incremente oportunidades de
negocios para las empresas. Esta mercantilización del conocimiento es el
corazón de la política promovida desde el gobierno. Insinuada en los liberales
90. Se perfecciona en los últimos años y es donde mejor se ve la pátina
neoliberal aggiornada con un discurso
neodesarrollista de cara a satisfacer el mercado global. Aunque esto implique
hipotecar lo que queda del sistema científico argentino.
Esta lógica trae
y atrae la colonización de grandes organizaciones o fundaciones. Así como en
los 60 veíamos a la Ford, Rockefeller, Carnegie, NSF, NIH, BID, AID, que
subsidiaban directa o indirectamente a investigadores, hoy son Harvard, Max
Planck, entre otras, que ligadas a intereses y demandas centrales desembarcan
físicamente para direccionar el desarrollo de sentido y programas de nuestra
colonia científica.
Nadie en su sano
juicio pensará que esas organizaciones son organizaciones de ayuda humanitaria.
Son instrumentos de control de la matriz colonial del poder en la que estamos
inmersos. El aparato científico esta desintegrado y es dependiente al punto que
un 70 % se financia todavía con deuda externa. Mas allá de la o las Tecnópolis
que quieran inventar, qué autonomía puede esperarse cuando la demanda la
conducen las gigantes empresas transnacionales y sus testaferros locales?
Varsavsky y otros
plantearon todo lo contrario. Ellos creían en una ciencia creativa, crítica,
que diera lugar a la ruptura de marcos epistémicos que estuviera al servicio
del camino emancipatorio de los pueblos, no el de las empresas.
El cientificismo,
fue fuertemente criticado en los 60 y 70. Sin embargo hoy el cientificismo
mientras se desentiende convenientemente de la “verdad” es absolutamente
necesario para que la tecnociencia sostenga la ilusión de la “certeza” y la
“neutralidad” del conocimiento técnico, como sucede con el discurso oficial
elaborado alrededor de la virtud indiscutible de las biotecnologías entre
otras. Desde alli aborta el pensamiento crítico y la revisión permanente de la
dirección y conveniencia del desarrollo científico y rol político del conocimiento
y desarrollo disciplinar. Mientras por otro lado adopta la posición dominante
internacional del poder político y económico que sostiene el desarrollo
neocapitalista. De manera que al cerrar en que la tecnociencia es neutral,
-ahora se llama sustentable- contradice el punto central de la posición de
Varsavsky.
En la real politik del Mincyt, el maquillaje
que proponen los funcionarios del PLACTED, ha resultado insuficiente. Lo
denuncia el diseño del desarrollo disciplinar y las estrategias ajustadas a la demanda
de las corporaciones, la concepción empresarial de la gestión durante la
producción de conocimiento, la internacionalización y globalización de la
ciencia, , ambas anticipadas por Varsavsky, la adopción en las instituciones
científicas públicas de la lógica propia de sociedades anónimas y la
apropiación por patentamiento de la naturaleza, y el desembarco de
instituciones científicas y los convenios con universidades extranjeras en
función de modelos y necesidades foráneas que vienen atraídas por las ventajas
que generan los agujeros normativos y regulatorios. El propósito del Mincyt
aparece sin filtros en distintas expresiones del Ministro del área:
“Creo que estamos ante un cambio muy importante
porque prácticamente todos los días hay una cita –hablando- de un investigador
del Conicet en algún medio hablando sobre economía, política y un largo
etcétera”.
“Yo creo que tenemos dos alternativas, o nos
incorporamos dignamente en esta economía globalizada o pasamos a ser una
especie de reserva ecológica de la Costanera Sur del continente
latinoamericano”.
“Hoy un chico que estudia ingeniería,
química, biología tiene no solo la posibilidad de ser empleado sino también de
tener su propia empresa”.
“pero si vos a un adolescente le decis
que a los 25 años puede tener empresa auto casa, creo que es un estimulo mas
adecuado”.
BLOQUEO DE LA CRÍTICA
DECOLONIAL
La
invisibilización que aplica el PLACTED apela al reclutamiento de “expertos” que
den conferencias confinando la palabra autorizada a los saberes disciplinares
específicos que reafirmen el discurso oficial e impidiendo la libre circulación
de miradas de todos aquellos críticos u objetores que exploran las
complejidades del desarrollo, sus emergentes y consecuencias. Esto de
arrinconar en los saberes específicos los instrumentos de análisis y
comprensión, es también un viejo truco del reduccionismo cientificista
tendiente a preservar una vez más la “certeza” y la “neutralidad” del
conocimiento científico.
El PLACTED no es
un lugar de debate ni una plataforma emancipadora y heredera de ideales de los
60-70 sino que confirma que la política de ciencia y tecnología actual, no
responde a la historia de las ideas que circularon en aquellos décadas.
Necesita legitimarse tomando prestadas ideas y gestas que probablemente ni
siquiera son comprendidas por los tecnócratas que lo dirigen.
Sí es una usina
de “adoctrinamiento y cooptación” de individuos y grupos medianamente críticos.
Recurriendo a un relato que apela a la palabra indiscutida de Varsavsky, el
Mincyt avanza en la decisión política de acomodar el conocimiento a la
necesidad del sector privado y la oportunidad de negocios. Ese maquillaje que
asocia las ideas de Varsavsky con la política científica actual se desvanece
cuando escribe:
"La
ciencia actual, en resumen, está adaptada a las necesidades de un sistema
social cuyo factor dinámico es la producción industrial masificada,
diversificada, de rápida obsolescencia; cuyo principal problema es vender
–crear consumidores, ampliar mercados, crear nuevas necesidades o como quiera
decirse- y cuya institución típica es el gran consorcio, modelo de organización
y filosofía para las fuerzas armadas, el gobierno y las universidades.(...)
Esto se refleja, hemos visto, en la ciencia actual de todo el mundo: en los
países desarrollados por adaptación, y en los demás por seguidismo, por colonialismo científico. El que aspire
a una sociedad diferente no tendrá inconvenientes en imaginar una manera de
hacer ciencia muy distinta de la actual. Más aún, no tendrá más remedio que
desarrollar una ciencia diferente".
La idea opuesta a esta idea aparece en un reportaje en el
Diplo de Junio 2011, donde el ministro Barañao insistía en su concepción
empresarial globalizante:
“queremos vender ciencia como se les ha
vendido cerveza a los jóvenes. Sabemos que la ciencia sin Hollywood no va a
ningún lado. A la ciencia argentina le hace falta marketing”.
“Sabemos que la ciencia sin Hollywood
no va a ningún lado. Si no hay un cambio de los arquetipos que se transmiten no
hay financiamiento ni planificación que vaya a funcionar. Lamentablemente,
sigue perdurando la idea del científico como el viejito loco. A la ciencia
argentina le hace falta marketing”
“Nuestra lógica no es “¿qué es
importante saber?” sino “¿qué conocimiento necesito yo para obtener un
determinado resultado?”.
Es necesario
insistir en que Varsavsky no celebra el modelo tecnocientífico masificado y hoy
globalizado que usa la tecnología como elemento de dominación y saqueo
extractivista. Lo que sugiere es que nuestros países necesitaran, si quieren
tener sociedades diferentes (mas justas, mas soberanas, mas libres y
comprometidas con el sentido de la ciencia), desarrollar, inventar, descubrir
formas y sentidos de ciencia que dirija su mirada a la sociedad no a las
demandas de apropiación y control de los conjuntos corporativos que determina
el mercado global y su inserción en el.
El
neodesarrollismo extractivista de nuestro país, no apuesta a la liberación del
pueblo ni siquiera piensa en el control social en la política de ciencia y
técnica ideal de los 70. Apuesta a una decisión surperestructural – el Estado-
como instrumento que permite participar de la globalización más allá de buscar
y promover aquello que sería necesario para el bienestar popular.
Apuesta a seguir
las líneas del hegemon liberal por miedo a desembarcarse de la globalización
mientras atempera los efectos neoliberales con políticas de descompresión.
Reduciendo a la ciencia a una idea salvacionista con su infinita capacidad
remediativa. Pero el episteme de lo neocolonial está allí instalado desde hace
mucho, incólume y mas pleno que nunca. Como dice Colin Crouch, el
neoliberalismo que nutre lo colonial, ya no se consagra exclusivamente al libre
mercado, sino que esta más bien dedicado al dominio de la vida pública por
parte de las grandes corporaciones transnacionales. Estas compran territorio y
regímenes, mientras los gobiernos residuales tercerizan actividades que le son
propias a empresas privadas involucrándolas en el diseño de las políticas
públicas.
[1] Ciencia
política y cientificismo. Centro Editor de America Latina, 1969. (Todas la
citas del texto, excepto las indicadas, pertenecen a este libro)
[2] Hacia una política científica nacional. Ed.
Periferia, 1972.